Cuando el poder se apaga, los gremios se bajan: Moyano y la CGT contra Cristina

Mientras el kirchnerismo enfrenta su momento de mayor debilidad política y judicial, figuras históricas del sindicalismo comienzan a despegarse, pero sin renegar del pasado que los tuvo como aliados centrales del modelo que llevó al país a la crisis actual.

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Hugo Moyano volvió al centro de la escena sindical con un gesto que marca el inicio de una nueva etapa de disputas internas en la CGT. En una reunión de los principales referentes gremiales, el líder de Camioneros se desmarcó explícitamente de Cristina Kirchner y de la estrategia del kirchnerismo de movilizar en defensa de la ex mandataria. Lo hizo además con una frase cargada de tensión familiar, dirigida a su hijo Pablo Moyano: “Fue a visitar a Cristina y ni me llamó por el Día del Padre”.

 La escena no fue casual ni espontánea. En el sindicalismo resuena una verdad incómoda: muchos de los que hoy rechazan al kirchnerismo fueron durante años sostenes del mismo poder político que hoy dicen cuestionar. Durante el apogeo de Cristina Kirchner, cuando el Estado se convirtió en un botín, el sindicalismo jugó un rol activo: cerró filas, disciplinó opositores internos y repartió silencios a cambio de caja y privilegios.

Hoy, ante una Cristina políticamente cercada y judicialmente condenada, emergen voces críticas desde los mismos actores que durante más de una década validaron decisiones que contribuyeron al deterioro económico y social del país. En la CGT, la falta de apoyo a la movilización organizada por el PJ –en respaldo a CFK– y la decisión de habilitar “libertad de acción” a los gremios para evitar el costo político de una adhesión formal, reflejan el intento de un sector del sindicalismo de tomar distancia, aunque sin asumir responsabilidad por el camino recorrido.

Durante la reunión en la sede de Sanidad, Moyano fue tajante: “Hace mucho dije que el PJ era una cáscara, pero ahora no es ni eso”, lanzó, en alusión a lo que considera una apropiación kirchnerista del partido justicialista. La frase sirvió también para reposicionarse dentro de la interna de la CGT, que deberá renovar autoridades en octubre. Lo acompañaron en su postura los cotitulares de la central obrera, Héctor Daer (Sanidad) y Octavio Argüello (Camioneros).

Entre los dirigentes presentes también hubo cuestionamientos al kirchnerismo por el destrato histórico a gremios no alineados. Julio Piumato (judiciales) y Omar Plaini (canillitas) expresaron reparos a la convocatoria, y este último llegó a afirmar que “la CGT no es la Gendarmería de Cristina Kirchner”, frase que choca con sus propias declaraciones públicas de días atrás, en las que pronosticaba una adhesión activa.

En paralelo, Hugo Moyano dio otra señal al firmar esta semana una paritaria moderada que respeta el tope salarial que impulsa el Gobierno nacional: un 3% en tres tramos mensuales de 1%, más una suma fija no remunerativa de $45.000 y un aporte de $18.500 por trabajador para la obra social del gremio. La Secretaría de Trabajo prevé homologar el acuerdo, a diferencia de lo ocurrido con otros gremios como la UOM, que firmaron incrementos por fuera de los lineamientos oficiales y aún esperan validación.

Con este gesto, Moyano se reposiciona cerca del oficialismo libertario, en una jugada que busca marcar diferencias con el sindicalismo K, encarnado por figuras como Sergio Palazzo (bancarios) o Abel Furlán (metalúrgicos), quienes exigen un “plan de lucha” y denuncian la “proscripción” de CFK.

Lo cierto es que detrás de las disputas actuales no hay renovación, sino reacomodamientos. Ninguna de las figuras sindicales que hoy cuestionan a Cristina Kirchner estuvo ausente cuando su proyecto político controlaba al PJ, a la CGT y a buena parte de las cajas del Estado. Aquellos silencios, avales y pactos hoy se transforman en gestos de autonomía, pero no alcanzan para borrar las responsabilidades del pasado.

Por eso, más allá de los discursos, muchos trabajadores ven estas disputas como parte del mismo sistema que, con diferentes rostros y momentos, terminó por llevar al país a la decadencia actual. /Tucumán Digital