"Tengo muchísimo miedo": el relato desgarrador de una madre tucumana que moviliza al país

Cristina es una mamá que ha vivido lo peor que le puede pasar a una madre: perdió a su hija en 2014. Más de 10 años después, el testimonio de una mujer que lo ha perdido todo, menos la esperanza.

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El drama de Cristina comenzó en 2014 cuando perdió a su hija Gabriela: “Era como cuidar un tesoro, mirando si respiraba, si no respiraba. Se reía a carcajadas mirando los juegos. Me dijo que se le daba vuelta todo, y yo pensé que era una broma. Pero cuando vi su  boquita morada, salí corriendo. Grité, pedí ayuda, pero en el camino se me desplomó. Me dijo ‘mamá’, y fue la última vez”.

“Me arrodillé. Le pedí al delegado del pueblo que me ayudara para viajar”. La respuesta fue brutal: “Yo no tengo la culpa de que usted haya perdido una hija”. Cristina salió hecha pedazos. Insultó, lloró. Luego vendió su cocina, su heladera, lo poco que tenía. Juntó para el pasaje y se fue. “No me importaba si teníamos para comer o no, sólo me importaba llegar al hospital Garrahan”, relata en una nota realizada por Nicolás Heredia para Conclusión.

Cristina es una madre tucumana que ha vivido lo peor que le puede pasar a una madre: perder a su hija. Ahora, años después, no quiere volver a vivir lo mismo y su historia toca los corazones de quienes la conocen y especialmente a quienes transitan los pasillos y las salas del Hospital Garrahan, en Buenos Aires.

Ahora, la historia vuelve a repetirse con la segunda hija de Cristina: Valentina. La atendieron. Le hicieron estudios. Le pusieron un monitor implantable. No era candidata a trasplante, pero sí a cirugías complejas. Hoy ya lleva tres. Y está esperando la cuarta. Tiene quince años y un corazón que vive bajo control constante. “Tengo mucho miedo”, dice su madre. “Muchísimo miedo”.

“Nosotras no nos separamos nunca – dice – sólo ahora, que estoy sola en Buenos Aires esperando que me firmen los papeles para que le den el nuevo aparato. Vendimos todo. Nos quedamos con una cama y una mesita de luz. Pero si tengo que volvería hacerlo, lo haría”, sostiene Cristina.

Tal como consinga la historia de vida, Cristina dice que el Garrahan le salvó la vida a su hija. Lo repite con convicción, como quien agradece sin deber nada. Porque el Garrahan no es caridad, es el resultado de un sueño colectivo: construir en el centro del país un hospital capaz de atender a los niños que nacieron lejos de todo, donde la salud todavía es un privilegio.

“Hoy llegué y había nuevamente un nuevo paro, y no sé qué hacer. Solo quiero que me ayuden a conseguir el aparato para mi hija”, contó con su rostro cansado, pero con la esperanza a flor de piel. Una historia imperdible que toca el corazón de todos: Lee la nota completa en Conclusión