Campero se acerca a Jaldo de la mano de Alfaro

El diputado tucumano sorprendió al votar con la oposición y en una entrevista en La Nación dejó abierta la puerta a una alianza con el alfarismo, marcando distancias con el radicalismo y exigiendo señales al Gobierno nacional.

jaldo-campero

Mariano Campero, el diputado nacional por Tucumán que hasta hace unas semanas era un defensor férreo del oficialismo de Javier Milei, ahora juega a dos puntas. Mientras insiste en que sigue siendo un “aliado” del Gobierno, vota con la oposición para forzar el tratamiento de temas como el financiamiento universitario y la emergencia pediátrica. En paralelo, busca acomodarse políticamente en su provincia, lanzando señales hacia el alfarismo e incluso coqueteando con un acercamiento al gobernador Osvaldo Jaldo.

El mismo legislador que celebraba los vetos presidenciales y se mostraba como uno de los “87 héroes” libertarios, ahora reclama “indicios” al Gobierno y se convierte en vocero de sectores que hasta hace poco denunciaba como parte del problema. “No se puede pensar un país próspero sin universidad pública”, dice Campero, en un giro discursivo que, más que convicción, huele a cálculo.

La jugada le permite a Campero mantener un pie dentro del esquema libertario y otro en la vereda opuesta. Asegura que no busca romper con el oficialismo, pero le exige gestos “para los sectores sensibles”, como si no hubiera sido uno de los principales impulsores de la motosierra fiscal que hoy asfixia a las universidades y al sistema de salud pública. Esa doble vara lo expone: acompaña los recortes, pero también quiere aparecer como defensor de las víctimas de esos mismos recortes.

Una alianza oportunista

La estrategia política de Campero parece guiada más por la conveniencia que por la coherencia. En Tucumán, deja entrever que podría aliarse con Germán Alfaro, el exintendente de San Miguel de Tucumán y referente del alfarismo, espacio con el que estuvo históricamente enfrentado. Incluso admite que podría distanciarse del radicalismo, el partido que le dio estructura y lo llevó al Congreso: “Hoy la construcción no va por ahí”, dispara.

En su propio espacio, Cambia Tucumán, ya trabaja en listas con “jugadores nuevos”, y no descarta plegarse a un armado que lo acerque, indirectamente, al poder provincial que encabeza Jaldo. La misma Jaldo con quien el oficialismo libertario viene construyendo acuerdos desde el inicio de la gestión nacional. ¿Campero prepara su desembarco en ese esquema? Todo indica que sí.

Camaleónico en el Congreso

Campero trata de justificar su giro con argumentos de sensibilidad social, pero los hechos lo contradicen. Votó a favor del equilibrio fiscal y del ajuste sin escalas. Acompañó los vetos que frenaron aumentos jubilatorios y el financiamiento educativo. Ahora, al ver el desgaste del Gobierno y la resistencia social, adopta el tono conciliador de quien se preocupa por el bienestar, pero sin hacerse cargo del daño.

En su discurso, repite que no está “votando las leyes” de la oposición, sino “el emplazamiento a comisiones”. Una jugada ambigua que busca quedar bien con todos: no rompe del todo con el oficialismo, pero aparece como comprensivo ante el reclamo social. Sin embargo, su propio historial lo deja en evidencia: nunca alzó la voz cuando el ajuste impactaba de lleno en docentes, investigadores y pediatras.

¿Preocupado por quedar afuera?

El trasfondo político es evidente: Campero y Arjol, suscriptor de la misma maniobra legislativa, hoy están fuera del armado libertario en sus provincias. Mientras el oficialismo consolida sus fichas locales, estos diputados buscan reposicionarse como “racionales”, “dialoguistas” o “sensibles”, con la vista puesta en las próximas elecciones.

Campero tiene aún un año y medio más de mandato, pero ya está jugando su próxima carta. Y lo hace construyendo poder con quienes antes criticaba. Esa es la marca del pragmatismo en estado puro: votar con Milei cuando le conviene, pararse del lado universitario cuando la marea cambia, y tender puentes con Jaldo cuando se huele poder.

El caso Campero no es el de un legislador que evoluciona, sino el de un político que calcula. Se acomoda según la dirección del viento, vota según el costo político, y redefine sus alianzas para no quedar fuera del reparto. Dice querer un horizonte para el país, pero solo parece preocupado por asegurar su lugar en el futuro tablero tucumano.

Mientras tanto, su discurso sobre “indicios” y “temas nobles” suena hueco frente al ajuste que ayudó a votar. Y su acercamiento a Jaldo, de la mano de Alfaro, muestra que la verdadera brújula de Campero no es ideológica ni institucional: es electoral. /La Nación